lunes, 23 de junio de 2008

Leyenda sobre el Castillo de Peñafiel

El imponente, aún hoy, Castillo de Peñafiel, sede actual del museo del vino y bandera de la denominación Ribera del Duero, tuvo distintos señores y dueños, pero ninguno como Don Juan Manuel, el príncipe escritor, sobrino de Alfonso X el Sabio y, como tal, nieto del gran rey Fernando III el Santo.

Intervino activamente en política, como heredero por vía paterna del Adelantado Mayor
del Reino de Murcia, teniendo necesidad de participar en distintas escaramuzas para defender su Adelantado, en una época en la que el rey Sabio se dedicaba más a las letras que a la guerra.

El eje pricipal de la obra de Don Juan Manuel la constituye el Conde Lucanor, denominado en su origen "Libro de enxemplos del Conde Lucanor et de Patronio", siendo toda ella de una gran calidad literaria, con una prosa concisa, sobria y precisa, y persiguiendo siempre un talante moralizador.

Es de su época otro gran poeta del medievo, El Arcipreste de Hita. A este respecto me contaron una vieja leyenda que no resisto la tentación de resumir. De los versos del Arcipreste:

Dirévos una pelea que una noche me vino,pensando en mi ventura, sañudo e non con vino:un omne grande, fermoso, mesurado, a mí vino;yo le pregunté quién era; dixo: ¡Amor, tu vecino!(Arcipreste de Hita)
Según mi amigo, en una visita al castillo de Peñafiel, y después de degustar un suculento lechazo al horno, regado por una botella de un ribera redondo y en su mejor momento, me relató de memoria los versos arriba reseñados.

- "Se cree que Don Juan Manuel, receloso de la fidelidad de los copistas, (la mayoría judios), entregó un manuscrito con el conjunto de sus obras al propio Arcipreste de Hita, y no a los dominicos de Peñafiel, como la historia oficial ha venido afirmando. Este manuscrito se ha perdido en el tiempo, dando crédito a su destrucción por el propio Arcipreste, celoso de la calidad literaria de su coetáneo".

Sea leyenda o no, la calidad literaria del Arcipreste y de Don Juan Manuel son evidentes, más poeta el uno y más legislador moralista el otro:

"que pues los omnes non guardan la ley natural tan conplidamente commo deven (et esto es por el entendimiento et por el albidrío, que an demás que las animalias), forçadamente et de neçesidad conviene que ayan ley en que puedan salvar las almas, et que sean fundadas sobre razón et sobre entendimiento por que salven las almas, que son cosas spirituales, que an razón et entendimiento"
El extracto arriba reseñado corresponde a la obra de Don Juan Manuel "El Libro de los Estados", verdadero compendio de tratado político con la descripción de las jerarquías religiosas y políticas, envuelto todo ello en el celofán de un gran sentido moralizador del que tomó buena nota, años más tarde, Cervantes.

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